La ingesta de omega-3 en el embarazo y la lactancia es fundamental para el desarrollo neurológico y visual del bebé, así como para su crecimiento. Por este motivo, se debe asegurar el aporte adecuado de este nutriente en ambas etapas.
Los omega-3 se consideran ácidos grasos esenciales (AGE). Esto significa que el organismo los requiere para su normal funcionamiento, pero no los puede sintetizar por sí solo. Es decir, debe obtenerlos a través de la alimentación y/o la suplementación.
Esto implica que, con frecuencia, no se alcancen los requerimientos de omega-3 recomendados.
En el caso de las mujeres gestantes y lactantes, unos bajos niveles de omega-3 pueden tener consecuencias en la salud de la madre, el feto y el recién nacido. De ahí que deba prestarse especial atención a su consumo durante el embarazo y la lactancia.
Cabe recordar que, durante la gestación, toda la nutrición del feto proviene de la madre a través de la placenta.
Después de nacer, y si se opta por lactancia materna, las glándulas mamarias fabrican la leche en función de la alimentación y las reservas de la madre.
Así pues, la dieta de la mujer en ambas etapas tiene un impacto en la nutrición del bebé.
Los requerimientos de omega-3 son especialmente considerables desde el tercer trimestre de embarazo hasta los dos años de edad.
Aunque el consumo de omega-3 en el embarazo y la lactancia debe ser el adecuado en todo momento, se sabe que las etapas más críticas en la formación de la estructura del encéfalo ocurren durante el tercer trimestre y continúan hasta los dos años después del nacimiento.
Por este motivo, los requerimientos de este nutriente son especialmente considerables en este periodo.
De todos los ácidos grasos omega-3, el ácido docosahexaenoico (DHA) es el de mayor importancia en el desarrollo neonatal.
Los beneficios del omega-3 en el embarazo en cuanto al desarrollo cognitivo de los niños se han puesto de manifiesto en diversos estudios.
En ellos, se ha observado que el consumo de cantidades adecuadas de pescado durante el embarazo daba lugar a niños con mayor memoria visual y mayor inteligencia verbal.
También los omega-3 parecen ejercer un efecto beneficioso sobre el tejido visual de los neonatos. En ese sentido, un estudio determinó que los recién nacidos cuyas madres consumieron aceite de pescado durante el embarazo mostraron una agudeza visual similar a la de los bebés de 6 meses de madres que no lo ingirieron.
Los omega 3, y en concreto el DHA en el embarazo, también parecen tener un efecto positivo en cuanto a la duración de la gestación, el peso del recién nacido y la prevención de la preeclamsia (hipertensión de la mujer en el embarazo). Unos beneficios que comparte también con la vitamina D, otro nutriente fundamental durante la gestación.
Finalmente, también se ha relacionado el aumento de la ingesta de omega-3 con una mayor optimización de las funciones posturales, motoras y sociales de los bebés prematuros.
La dosis de omega-3 en el embarazo debería asegurar un aporte de al menos 200mg al día de DHA. Esta cantidad equivale a tomar pescado azul dos veces a la semana. También se puede aportar a través de suplementos dietéticos que lo contengan.
En ese sentido, los alimentos ricos en omega 3 para embarazadas más interesantes son el pescado azul con muy bajo o bajo contenido en mercurio (anchoas, salmón, sardinas, atún enlatado tipo claro, etc.), los aceites vegetales, el aceite de pescado (fuente de DHA), los huevos y la carne.
Más allá de una dieta inadecuada e insuficiente en omega-3, existen otras circunstancias que pueden alterar la transferencia de estos nutrientes a través de la placenta.
Entre ellos, una ingesta de ácidos grasos esenciales desproporcionada (bajo aporte de omega-3 en comparación con los omega-6 y los omega-9), embarazos muy seguidos o múltiples y complicaciones maternas durante el embarazo como la diabetes y enfermedades cardiovasculares o renales.
En estos casos, las reservas de ácidos grasos pueden disminuir considerablemente y afectar el aporte que recibe el feto.
Teniendo en cuenta la importancia del omega-3 en el embarazo, se deberían evaluar las posibles deficiencias nutricionales en el primer trimestre para poder pautar los cambios dietéticos necesarios.
De hecho, en ocasiones se recomienda incrementar el consumo de DHA incluso en la etapa preconcepcional para garantizar unas reservas adecuadas.
La leche materna proporciona todos los requerimientos nutricionales del recién nacido y su composición se adecua a la edad del lactante.
Esto sucede porque el cuerpo de la madre siempre prioriza las necesidades del bebé y, sea cual sea su estado nutricional, el pequeño recibe la mayoría de los nutrientes esenciales para su desarrollo. No obstante, hay que tener en cuenta que lo hace a expensas de las reservas maternas.
Esto implica que las mujeres que no mantienen una alimentación adecuada pueden estar en riesgo de deficiencias de vitaminas, minerales y otros nutrientes muy necesarios.
Además, las reservas de la madre pueden estar muy agotadas como resultado del embarazo y el parto.
Es por ello por lo que una buena nutrición en la lactancia es fundamental tanto para la mujer como para los bebés.
En cuanto al papel de los omega-3 en esta etapa, el DHA está directamente relacionado con el óptimo desarrollo del cerebro, la retina y el oído de los lactantes.
Gracias a sus propiedades antiinflamatorias y sobre el sistema inmune, los omega-3 en la lactancia también jugarían un papel importante en la prevención de alergias y control de enfermedades autoinmunes.
Paralelamente, estos ácidos grasos parecen tener un efecto protector frente a la depresión postparto.
Por todo ello, asegurar una cantidad óptima de DHA en la lactancia materna es fundamental.
Hay que tener en cuenta que, durante la lactancia, la madre pierde 70-80 mg de DHA a través de la leche, además de las cantidades utilizadas para satisfacer sus propias demandas de estos ácidos grasos.
Así pues, en condiciones de baja ingesta de omega-3, el aporte al niño también puede ser deficiente.
La parte positiva es que los lípidos de la leche materna son los componentes más variables en su contenido y calidad. Además, la distribución del espectro de grasas es sensible a la dieta de la madre. Esto implica que la alimentación de la mujer puede jugar un efecto beneficioso en cuanto al contenido de DHA en la leche materna.
Por lo general, las recomendaciones son las mismas que en el embarazo. Se aconseja que las mujeres lactantes incorporen alimentos ricos en omega-3 en su dieta de forma habitual de manera que aseguren al menos unos 200mg/día de DHA.
No obstante, es habitual recomendar su suplementación en esta etapa debido a las exigentes demandas de DHA en la lactancia y la posibilidad de llegar con las reservas de ácidos grasos agotadas al final del embarazo.
El interés por asegurar una cantidad de omega-3 suficiente durante la lactancia debe mantenerse hasta que los niños puedan incluir alimentos ricos en estos ácidos grasos esenciales a través de la alimentación complementaria.
Esto cobra especial importancia en determinadas circunstancias, como es el caso de los bebés prematuros.
Cabe decir que las leches de fórmula que se comercializan actualmente también aportan cantidades suficientes y bien proporcionadas de ácidos grasos esenciales. Sin embargo, es cierto que la lactancia materna durante al menos 6 meses asegura unos niveles de DHA mayores respecto al consumo de fórmulas artificiales.
Autor: Laboratorios Viñas, departamento científico.
Molina, M. et Martín, A. Ácidos grasos esenciales omega-3 y omega-6 en el embarazo y la lactancia [en línea]. Oficina de Farmacia, 2010. <https://www.elsevier.es/es-revista-offarm-4-articulo-acidos-grasos-esenciales-omega-3-omega-6-X0212047X10475135>
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