La pandemia del coronavirus ha provocado que los más pequeños deban permanecer en casa durante semanas. Esto no solo implica que no puedan salir al exterior por un largo periodo de tiempo, sino también un cambio radical en sus rutinas. Como consecuencia, es probable que puedan aparecer trastornos del sueño en los niños durante el confinamiento.
Cabe recordar que el ciclo vigilia-sueño está determinado por una especie de reloj biológico interno, pero también por unos sincronizadores externos.
En el primer caso, juega un papel clave la exposición a la luz. Por la mañana, la luz del sol favorece la secreción de cortisol, la hormona responsable de nuestro despertar. Por el contrario, al atardecer, cuando la luz solar disminuye, los niveles de cortisol bajan y el cerebro empieza a fabricar melatonina, la hormona que regula el sueño.
Sin embargo, en el contexto actual de confinamiento por el coronavirus, esta exposición a la luz suele verse afectada.
El confinamiento por coronavirus ha supuesto un cambio radical en las rutinas de los niños, lo que puede afectar a su descanso nocturno.
Por lo que respecta a los sincronizadores externos, estos hacen referencia a aquellos estímulos o hábitos que cada día ponen en hora el reloj interno de cada persona. En el caso de los niños, los horarios escolares, los contactos sociales con compañeros y profesores, la hora de las comidas y las actividades extraescolares, entre otros.
La cuestión es que todas estas rutinas han desaparecido de golpe, lo que puede poner en riesgo el buen funcionamiento de los biorritmos de los más pequeños.
Por tanto, para prevenir que el coronavirus pueda provocar trastornos del sueño en los niños como insomnio infantil, es fundamental adoptar una serie de medidas que favorezcan un adecuado ciclo vigilia-sueño.
Dormir no solo es fundamental para la salud física y mental, sino que también interviene en el estado de ánimo y el rendimiento de los más pequeños.
Por ello, habría que tener en mente tres objetivos: mantener las mismas rutinas que habitualmente (en la medida de lo posible), potenciar el contraste entre las actividades diurnas y el reposo nocturno, y sincronizar sus horarios con el día natural.
Respecto al primer objetivo, hay que intentar mantener los mismos horarios de sueño (especialmente del despertar), comidas, actividad física, así como de los momentos dedicados al trabajo escolar y al ocio.
Aún así, en una situación tan extraordinaria como esta, en la que no hay un horario rígido de entrada al colegio, los horarios de sueño se pueden adaptar ligeramente a las tendencias naturales de los hijos. Es decir, pueden ir a dormir un poco antes o más tarde de lo habitual, dependiendo de si tienen un cronotipo de alondras (madrugadores) o búhos (nocturnos). Eso sí, manteniendo siempre un horario estable y razonable.
El segundo objetivo (acentuar el contraste entre las actividades del día y el reposo nocturno) responde al hecho de que las pilas del reloj biológico se cargan con la actividad diurna y el reposo nocturno. En este sentido, es conveniente llevar a cabo las siguientes medidas:
El tercer objetivo (sincronizar los horarios de los niños con el día natural) se puede conseguir también aplicando las siguientes recomendaciones:
A pesar de la excepcionalidad del momento, aplicar las medidas anteriores no solo mejorará el sueño de los niños, sino que les ayudará también a organizar y dotar de cierta normalidad su día a día.
Autor: Laboratorios Viñas, departamento científico.
Albares, J. Estivill, E. et alt. Documento de Consenso del Grupo Pediátrico de la Sociedad Española de Sueño [en línea]. Sociedad Española del Sueño, 2020. < https://www.aeped.es/noticias/que-coronavirus-no-te-quite-sueno-las-recomendaciones-sociedad-espanola-sueno-frente-pandemia>
Pin, G. Soto, V. et alt. Insomnio en niños y adolescentes. Documento de consenso [en línea]. Anales de Pediatría, Asociación Española de Pediatría, 2017. < https://www.analesdepediatria.org/es-insomnio-ninos-adolescentes-documento-consenso-articulo-S1695403316302090>
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