La dermatitis atópica en adultos es una enfermedad cutánea que afecta al menos entre el 3 y el 10% de los adolescentes y las personas en la edad adulta que viven en países desarrollados.
Aunque su incidencia es menor que en los niños (entre el 15 y el 30% la sufre en algún momento de la edad pediátrica), no deja de ser un porcentaje relevante.
Además, la dermatitis atópica en adultos suele mermar significativamente la calidad de vida de quienes la sufren. Concretamente, se sabe que incrementa el riesgo de desarrollar trastornos depresivos y de ansiedad, así como de depresión mayor.
Esto se debe a las molestias que provoca y el impacto estético que pueden provocar las lesiones. Sobre todo si afecta a áreas visibles, como en el caso de la dermatitis atópica facial en adultos.
Esta enfermedad cutánea es crónica, por lo que en muchos casos persiste desde la infancia. Sin embargo, en ocasiones puede aparecer por primera vez a partir de los 12 años o ya en la adultez.
La dermatitis atópica en adulta afecta por igual a hombres y mujeres y a todas las razas.
El por qué se produce la dermatitis atópica en adultos tiene que ver con la suma de factores genéticos y ambientales.
Las personas con esta enfermedad cutánea tienen una predisposición genética en la que están implicados dos grupos de genes.
El primer grupo impide la normal formación de las capas de la piel, alterando su función de barrera protectora contra el medio; mientras que el segundo afecta las funciones inmunológicas a nivel cutáneo.
Esta predisposición genética junto a ciertos factores ambientales son los que acaban provocando la aparición de dermatitis atópica en adultos.
Entre los principales desencadenantes se encuentran la sudoración excesiva, la duración y la temperatura del baño o la ducha (cuánto más largos y el agua más caliente, peor), el uso de jabones excesivamente detergentes, la ropa de lana y de nylon, algunos irritantes y alérgenos y el estrés.
Otro factor ambiental que puede provocar un brote de dermatitis atópica en adultos es el clima seco propio del invierno. Esto se debe a que la piel se seca con el frío y, al estar más vulnerable, la enfermedad puede exacerbarse.
Asimismo, desde el inicio de la pandemia, el estrés asociado a esta situación, el lavado frecuente de manos y el uso de gel hidroalcohólico parecen estar detrás del aumento y empeoramiento de los casos de dermatitis atópica en adultos.
Los adultos con dermatitis atópica tienen una predisposición genética a la enfermedad que se ve influenciada por diferentes factores ambientales.
Es frecuente que esta enfermedad esté también asociada a antecedentes personales de asma o rinoconjuntivitis de repetición, así como con una historia de familiares con diagnóstico de dermatitis atópica.
La sensibilización a alérgenos alimentarios o ambientales no parece ser una causa, sino más bien un factor contribuyente en un subgrupo de personas con enfermedad severa.
En la dermatitis atópica en adultos, los síntomas pueden diferir respecto a los de los niños.
Es cierto que se suelen observar placas de eccema en los pliegues de brazos y piernas, al igual que en los más pequeños.
Sin embargo, la dermatitis atópica en adultos también se suele manifestar como un eccema crónico de manos, una dermatitis facial con afectación de los párpados, o un eccema en la región retroauricular (detrás de las orejas), el cuello, las areolas mamarias o el tórax.
Si afecta a la zona capilar, puede ser una de las causas del picor en el cuero cabelludo.
Otros síntomas de la dermatitis atópica en adultos pueden ser el eccema dishidrótico (la presencia de pequeñas ampollas llenas de líquido en las palmas de las manos y los lados de los dedos), el eccema numular (la aparición de manchas o parches en forma de moneda en la piel) y el prurigo nodular (la presencia de lesiones elevadas como ronchas duras y costrosas).
Todas estas lesiones causan picor y pueden crear un círculo vicioso picazón-rascado difícil de romper.
La complicación de la dermatitis atópica en adultos más grave es lo que se conoce como eritrodermia y se caracteriza por la extensión generalizada de la enfermedad. Sin embargo, existen otras complicaciones más frecuentes.
Las personas con dermatitis atópica tienen un mayor riesgo a sufrir dermatitis alérgica de contacto y dermatitis irritativa de las manos. Esta última es especialmente habitual en aquellos adultos cuyo trabajo requiere que tengan las manos húmedas y expuestas a jabones, detergentes y desinfectantes fuertes.
Asimismo, el picor que provocan las lesiones puede causar llagas abiertas, grietas y piel en ‘carne viva’. Esto aumenta el riesgo de infecciones a causa de bacterias y virus. Entre las más frecuentes, la aparición de impétigo o el virus del herpes simple.
A nivel oftalmológico, es frecuente la presencia de inflamación en los párpados (blefaritis) y conjuntivitis.
Paralelamente, el rascado puede acabar convirtiéndose en un hábito o bien ser una reacción conductual al estrés. En consecuencia, la piel puede cambiar de color, engrosarse y volverse coriácea. Aparece entonces lo que se conoce como neurodermatitis.
El picor de la dermatitis atópica en adultos también puede afectar la calidad del descanso y provocar un transtorno del sueño. Concretamente, suele estar asociado a problemas para dormir, con el consiguiente impacto en el bienestar físico y mental de las personas que lo sufren.
De hecho, insomnio y depresión están directamente relacionados y los trastornos del estado de ánimo pueden ser un desencadenante de la dermatitis atópica, pudiendo crear fácilmente un ciclo de picor-insomnio-depresión difícil de romper. Al mismo tiempo, la falta de descanso puede afectar el desempeño laboral y las relaciones sociales.
A todo ello hay que sumarle el impacto estético que pueden causar las lesiones si se presentan en zonas especialmente expuestas como la cara, las manos, el cuello o los párpados.
El tratamiento para la dermatitis atópica en adultos se basa en dos pilares. Por una parte, el manejo de los brotes cuando estos están activos y, por la otra, la adopción de unos cuidados generales para prevenir recidivas.
Ante un brote de dermatitis atópica es fundamental actuar de forma precoz para evitar su empeoramiento y la aparición de complicaciones.
· Soluciones para aliviar el picor y ayudar a reparar la piel. Cuando hay lesiones exudativas, se aconseja aplicar fórmulas secantes y reparadoras de la piel.
Gracias a ellas, se consigue controlar el exudado, prevenir la proliferación de microorganismos en la piel y, por tanto, las infecciones cutáneas, y contribuir a un proceso de cicatrización más rápido.
Este tipo de soluciones, sprays o cremas para la dermatitis atópica en adultos suelen contener principios activos como sulfatos de zinc, aluminio-potásico y cobre.
· Medicamentos tópicos para aliviar el picor y la inflamación de la piel. Cuando se trata de lesiones moderadas o graves, la primera línea de tratamiento para los brotes de dermatitis atópica en adultos son los corticoides tópicos.
Estos son altamente eficaces, pero su uso excesivo puede producir efectos secundarios como el adelgazamiento de la piel.
También pueden emplearse inhibidores de la calcineurina que actúan a nivel inmunitario. En el caso de utilizar estos fármacos, hay que evitar la luz solar intensa en la zona donde se aplica.
· Medicamentos sistémicos para la dermatitis atópica. Algunas personas pueden beneficiarse del empleo de antihistamínicos orales, mientras que en caso de lesiones extensas se puede recurrir a glucocorticoides orales, ciclosporina A, metotrexate o dupilumab.
· Fototerapia con luz ultravioleta. Este tratamiento consiste en exponer la piel a una cantidad controlada de luz solar natural o bien de luz artificial ultravioleta A (UVA) y ultravioleta B (UVB).
La fototerapia se utiliza sobre todo en personas que no mejoran con los fármacos tópicos o que vuelven a presentar una exacerbación rápida después del tratamiento.
El tratamiento de la dermatitis atópica en adultos debe empezar por la prevención de los brotes y, para ello, es necesario ser constantes en el cuidado de la piel día a día.
· Identificar factores desencadenantes. Poder determinar aquellos agentes ambientales que favorecen los brotes es el primer paso para poder controlar la enfermedad.
En ese sentido, ante la aparición de un brote, es interesante revisar qué factores han podido desencadenarlo.
· Usar jabones suaves. En la dermatitis atópica en adultos es fundamental evitar o limitar los jabones demasiado agresivos, antibacteriales o desodorantes, ya que pueden eliminar los aceites naturales de la piel y secarla en exceso.
Preferiblemente se deberían usar siempre jabones suaves tipo ‘syndet’ formulados especialmente para personas con piel atópica o seca.
Cabe recordar que la dermatitis atópica en las manos es una de las manifestaciones más frecuentes en los adultos, por lo que hay que evitar un lavado de manos excesivo, demasiado detergente o con agua muy caliente.
· Humectar la piel con frecuencia. En la dermatitis atópica en adultos, las cremas emolientes pueden aplicarse tantas veces como sea necesario.
Sobre todo es importante hacerlo inmediatamente después de la ducha o el lavado de manos, ya que se absorben mejor.
Estas cremas para la dermatitis atópica en adultos deben rehidratar la epidermis, restablecer el manto hidrolipídico y mantener el grado de humedad adecuado.
Entre los principios activos más interesantes destacan el escualano, el ácido hialurónico, el ácido láctico y la urea.
· Realizar duchas rápidas. Es preferible evitar los baños y optar por duchas cortas (máximo de 10 a 15 minutos) y con agua tibia en lugar de caliente.
Al secar la piel, hay que hacerlo con toquecitos con una toalla suave, sin frotar.
· Evitar el rascado. Si pica la piel, es importante tratar de no sucumbir a la picazón y no rascarse. Una alternativa es probar a presionar la piel o cubrir la zona en la que hay picor.
También se deben mantener las uñas cortas y, si el rascado es nocturno, se puede probar a dormir con guantes.
· Usa tejidos naturales y transpirables. Se recomienda utilizar ropa de algodón o lino y evitar aquellas fabricada con tejidos sintéticos como el polyester o que causen picor como la lana.
A la hora de practicar deporte o cuando haga calor, es importante usar ropa transpirable para prevenir la sudoración excesiva, una posible causa de la dermatitis atópica en adultos.
Hay que evitar también el uso de suavizantes y realizar un doble aclarado durante el lavado de la ropa.
· Usar un humidificador. Los ambientes secos y calientes, por ejemplo como consecuencia de la calefacción, pueden empeorar el picor en la piel atópica. Utilizar humidificadores añadirá humedad en el aire y puede reducir la sensación de picazón.
· Tratar el estrés y la ansiedad. El estrés y la ansiedad pueden empeorar la dermatitis atópica y favorecer el rascado como hábito. La terapia psicológica o conductas que contribuyan a una mejor gestión de la salud emocional pueden ser de ayuda para prevenir brotes.
· Cuidar la alimentación. Cada vez hay más profesionales de la salud que observan una posible relación entre dermatitis atópica en adultos y alimentación.
En ese sentido, los mejores alimentos para la dermatitis atópica en adultos serían aquellos con beneficios antiinflamatorios y que favorecen una buena salud intestinal y de la piel como son aquellos ricos en zinc, vitamina E, vitamina D, selenio, magnesio y grasas omega-3.
Por el contario, se deberían reducir o evitar aquellos alimentos proiinflamatorios como el azúcar, las harinas y los aceites refinados, así como los ultraprocesados.
Cómo tratar la dermatitis atópica en adultos muchas veces supone un reto por su carácter crónico y su origen multifactorial, pero sin duda estas medidas para el cuidado diario de la piel han demostrado ser eficaces para prevenir recidivas y exacerbaciones.
Autor: Laboratorios Viñas, departamento científico.
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