Consejos para prevenir y reducir el dolor articular

4 marzo 2019 | Tratamiento del dolor

Consejos para prevenir y reducir el dolor articular

El dolor articular o artralgia engloba cualquier incomodidad o molestia que pueda sentirse en las articulaciones debido a una alteración de alguno de los elementos que las conforman. Es decir, cartílago, hueso, ligamentos, tendones o músculos.

Aunque las causas del dolor articular pueden ser muy diversas y tener un origen mixto, este aparece principalmente como consecuencia de una lesión o una enfermedad reumática.

La principal diferencia entre ellas es que, mientras las lesiones como las bursitis, los esguinces, las tendinitis o las luxaciones pueden provocar un dolor de las articulaciones agudo de carácter temporal, las patologías reumáticas suelen causar un dolor articular crónico.

En ese sentido, son precisamente dos enfermedades reumáticas, la artrosis y la artritis reumatoide, las que provocan con más frecuencia este dolor persistente.

En el caso de la artrosis, esta aparece como consecuencia del desgaste del cartílago que recubre las articulaciones y se ha erigido como uno de los principales motivos de incapacidad física en el adulto.

A pesar de que no se conocen las causas y puede manifestarse a cualquier edad, es una patología que se relaciona con la edad avanzada. De hecho, se estima que a los 65 años, más de la mitad de la población sufrirá de artrosis en al menos una articulación.

Entre las más comunes, destaca la artrosis de manos. Aún así, las rodillas, las caderas o la espalda también se ven afectadas con frecuencia por esta enfermedad musculoesquelética.

Por lo que respecta a la artritis, se trata de una inflamación en las articulaciones que parece tener un marcado carácter genético.

Aunque también puede darse en cualquier etapa de la vida, incluso en la infancia, suele empezar a manifestarse entre los 30 y los 35 años.

Otras particularidades de la artritis son que se da con mucha más frecuencia en mujeres que en hombres y que se trata de una enfermedad en la que puede haber periodos de mejoría seguidos de recaídas.

Por su parte, la gota, el lupus, la osteoporosis, la fibromialgia o la espondilitis anquilosante son otras enfermedades reumáticas que se caracterizan también por el dolor articular.

Asimismo, ciertas disfunciones del sistema nervioso o patologías varias tales como el raquitismo o las infecciones óseas pueden ser igualmente responsables del dolor en las articulaciones.

A pesar de que los síntomas pueden diferir en función de cuál sea el origen de la dolencia, estos suelen incluir molestias desde suaves a muy intensas que empeoran con la actividad y mejoran con el reposo, rigidez articular, disminución de la movilidad, inflamación o enrojecimiento. También, en el caso de la artrosis, puede oírse un chasquido de la articulación durante el movimiento.

Al tratarse de un dolor crónico, hay un riesgo significativo de que este vaya acompañado de estados depresivos, un aumento de la ansiedad y una reducción de la calidad de vida. En el caso de la artrosis, además, otra complicación común es la deformidad de las articulaciones.

Para abordar correctamente el tratamiento del dolor articular, es fundamental contar con un diagnóstico específico. Solo así se podrán identificar los diferentes factores que lo provocan y actuar ante ellos de forma específica y multidisciplinar.

A partir de ahí, hay diferentes opciones terapéuticas que se pueden abordar. Principalmente, el uso de analgésicos (periféricos y opiáceos), antiinflamatorios, corticoesteroides, fármacos antirreumáticos, antidepresivos, relajantes musculares, anticonvulsivos y calmantes tópicos.

Cuando estos fármacos no pueden controlar el dolor, se puede recurrir al los bloqueos nerviosos (mediante la inyección de sustancias anestésicas que adormecen los nervios) y la analgesia por estimulación, técnica que puede conseguir la liberación de endorfinas y otros neurotransmisores de efecto analgésico a través de la estimulación eléctrica transcutánea.

Paralelamente, la fisioterapia y adoptar ciertos hábitos en el día a día pueden ayudar a mitigar la dolencia, mantener el mayor rango de movilidad de las articulaciones, así como la función de sus músculos y facilitar la realización de las tareas cotidianas.

Entre estas medidas preventivas y terapéuticas destacan los baños calientes, la aplicación de calor local, los masajes con productos específicos de efecto analgésico, mantener un peso adecuado, el descanso, evitar el estrés, utilizar elementos de ortopedia que ayuden a aliviar las molestias, optar por un calzado cómodo y el consumo de complementos alimenticios específicos para la salud articular. 

También la actividad física juega un papel clave. En ese sentido, por ejemplo, es esencial mantener una musculatura fuerte para prevenir el dolor de espalda.

Por su parte, las terapias psicológica y ocupacional favorecen una actitud positiva y, por tanto, una mejor gestión del malestar articular. Esto, a su vez, resulta eficaz a la hora de prevenir los trastornos del estado de ánimo asociados a esta dolencia.

Cabe destacar que el dolor crónico que produce la artrosis y las demás patologías degenerativas osteoarticulares es el más prevalente entre la población.

Entre otras razones, por el aumento de la práctica deportiva o el actual estilo de vida, que puede inducir a una serie de lesiones musculares y articulares por sobrecarga. 

De ahí que esta dolencia se manifieste, cada vez más, en edades más tempranas.

Precisamente por ello, tanto la prevención del dolor articular como su tratamiento precoz son fundamentales para frenar su evolución e intentar evitar las posibles complicaciones.

De este modo, hay que acudir al médico siempre que haya un dolor intenso y persistente, así como hinchazón, enrojecimiento, sensibilidad, calor o deformidad en alguna articulación. También, si hay dificultades para poder utilizarla con normalidad. 

 

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Autor: Laboratorios Viñas, departamento científico.

Bibliografía

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